Del conflicto a la esperanza: la apuesta de Karol por un Putumayo verde

por Martina Palazzo

Crecer en Putumayo significa vivir en una tierra de contrastes, donde la riqueza natural convive con las cicatrices de un conflicto de décadas. Situado en el corazón de la selva amazónica colombiana, este territorio es un escenario perfecto para la coexistencia de una amplia variedad de especies animales y vegetales, de comunidades indígenas y afrodescendientes, pero también es uno de los más marcados por la presencia de grupos armados y el narcotráfico.

Aquí nació y creció Karol Dayan, una joven de 20 años que, desde niña, percibió el cultivo de coca como una actividad productiva, que impregnaba cada aspecto de la vida en su comunidad. Durante décadas, estas áreas quedaron fuera del control del estado y en manos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Karol fue testigo de un conflicto largo y violento, alimentado por el narcotráfico.

«Recuerdo que cuando era niña, mis padres y mis vecinos trabajaban en los cultivos de coca, atrapados en una economía que no solo involucraba dinero, sino también narcotráfico, violencia, bandas criminales y el terror constante de tener que abandonar sus hogares», nos cuenta Karol. En aquel entonces, sabía que intentar escapar de ese círculo vicioso podía costarle la vida.

Hoy, Putumayo sigue llevando las marcas de esta historia, pero también es un territorio en transformación, donde la violencia se alterna con iniciativas positivas impulsadas por sus habitantes. Prueba de ello es la reducción de los cultivos ilícitos en 2024 en comparación con el año anterior, cuando un aumento alarmante del 70% lo convirtió en uno de los principales productores de coca del país.

Nuevos proyectos buscan ofrecer alternativas económicas a la comunidad, brindándoles un respiro, una oportunidad para la recuperación y la reconstrucción del tejido social, que durante demasiado tiempo ha estado a merced del crimen organizado.

Karol es una de esas personas que decidió que la coca no definiría su camino. Junto con otras tres jóvenes, fundó la Asociación Visión Ecológica y Ambiental Primavera (VEA PRIMAVERA), que es uno de los 600 emprendimientos e iniciativas apoyados por el proyecto «Juventudes: el campo en movimiento», financiado y coordinado por la Agencia Italiana de Cooperación para el Desarrollo (AICS), con el objetivo de promover el empleo sostenible entre los y las jóvenes de la Colombia rural.

VEA PRIMAVERA se dedica al reciclaje de papel y al uso de fibras naturales derivadas de residuos agrícolas para fabricar agendas, cuadernos y etiquetas para marcas de moda. Con colores vibrantes, estos productos utilizan tintes naturales extraídos del achiote, un fruto típico de la Amazonía, promoviendo un marketing territorial más fiel a su riqueza natural que a su trágica historia. La producción artesanal se complementa con actividades educativas en las escuelas. A través de talleres, niños y adolescentes aprenden técnicas de reciclaje y transformación del papel, pero, sobre todo, construyen un nuevo sentido de responsabilidad ecológica y social.

«VEA PRIMAVERA no es solo una asociación. VEA PRIMAVERA es una oportunidad para redefinir nuestras vidas y para demostrar que, incluso en Putumayo, es posible concebir un modelo de desarrollo socioeconómico sostenible y basado en la conservación del medio ambiente», nos explica Karol. El impacto en la comunidad es innegable: genera empleo, promueve una nueva cadena productiva y sensibiliza sobre el cuidado del planeta.

Karol es una joven que ha visto de cerca el peso del conflicto, ha reconocido el potencial del cambio, ha sabido enfrentar las complejidades de su territorio y ha elegido, a su manera, contribuir a la paz. Gracias a su asociación, ha generado nuevas esperanzas y oportunidades laborales para jóvenes que, de otro modo, podrían haber caído en las redes del narcotráfico. Karol y sus compañeras han tenido el coraje de imaginar y construir un futuro diferente en Putumayo.

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«Juventudes: el campo en Movimiento» es un proyecto financiado y coordinado por la Agencia Italiana de Cooperación para el Desarrollo. Con un valor de 3 millones de euros, su objetivo es contribuir a la implementación de la política nacional de emprendimiento y empleo sostenible para las juventudes rurales, garantizando un acceso equitativo para hombres y mujeres jóvenes de diferentes etnias y contextos de la Colombia rural.

Nuevos tejidos de vida en Colombia: historia de valentía y resistencia de Fátima

 

©COSPE

escrito por Martina Palazzo
traducido por Silvana Garcia Drago

«Tejer los costales de la vida que otros destruyen» es el objetivo de toda una existencia para Fátima Muriel, nacida y criada en Putumayo, uno de los departamentos más afectados por el conflicto armado en Colombia. Octava de doce hermanos e hija de madre indígena y padre colono, heredó el respeto y la admiración por la diversidad, el deseo de luchar por los derechos de su comunidad y la esperanza de un mundo mejor.

Fátima es una mujer de 74 años que vive de la resistencia. Durante más de 40 años, ejerció su profesión de maestra en varias escuelas del Putumayo, a menudo en zonas remotas donde los niños eran reclutados y entrenados por combatientes de las FARC y paramilitares para ser los villanos de los cuentos que antes leían; las mujeres perdían el control de sus cuerpos, violados con demasiada frecuencia; los campesinos desaparecían misteriosamente de sus campos.

Fátima lo vio, pero siguió educando a las nuevas generaciones porque sucumbir al miedo sólo alimentaría el odio y la violencia. Fátima no se detuvo ni siquiera tras la muerte de dos de sus hermanos, el secuestro de su marido y la huida forzada de su territorio.

Fátima creyó en el cambio, en la fuerza de la unión y en la tenacidad de las mujeres cuando fundó en 2005 la ‘Alianza de Mujeres Tejedoras de la Vida‘. Un nombre que ya dice mucho de la misión de lo que hoy es una asociación que reúne a más de 65 organizaciones y 3000 mujeres del Putumayo.  Son mujeres campesinas, indígenas y afrodescendientes que trabajan por construir una sociedad sin violencia de género y sin explotación de los recursos naturales. Su lucha se desarrolla en tres frentes: defender los derechos de las mujeres, promover la participación igualitaria e incluyente en la vida política y contribuir al desarrollo económico y rural.

Es justamente en una nueva perspectiva que reequilibra la relación entre la comunidad humana y la tierra que estas mujeres pusieron en marcha la iniciativa «Guardianes del Agua», bajo el liderazgo de Fátima. El agua, como elemento natural esencial para la vida, es el recurso que hay que defender para resistir a la ocupación de las multinacionales petroleras y mineras. En un país donde aún mueren personas por defender el medio ambiente, las guardianas se unen para reducir los daños medioambientales causados por la explotación irresponsable. Gracias a su trabajo, en 2017, el departamento de Putumayo contó con una política pública de mujer y género.

El trabajo de Fátima construye nuevas tramas, pero también ha reconstruido las memorias de las mujeres víctimas del conflicto armado. Se llaman ‘Murales de la Verdad’ y son obras de arte que rinden homenaje a quienes defendieron sus derechos arriesgando la vida. El más grande, en Puerto Asís, está hecho con más de 80.000 tapas recicladas y representa los rostros de mujeres, antes víctimas, ahora símbolos de poder y resistencia.

Fátima siempre ha tejido un camino hacia la paz. Animada por el entusiasmo y la convicción de sus compañeras de lucha, esta mujer no teme esperar y dar esperanza. Porque creer en la humanidad aún tiene sentido, porque la convivencia pacífica también puede ser una realidad en Colombia.

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La asociación «Alianza de mujeres tejedoras de vida» es socia del proyecto «CoLoRes – Comunidades locales resilientes. Mujeres y jóvenes construyen economías sostenibles y solidarias para apoyar el proceso de paz en Colombia», financiado por la Agencia Italiana de Cooperación para el Desarrollo. Con una financiación de 2 millones de euros, el proyecto es implementado por el consorcio de ONG italianas Coopermondo-COSPE con el objetivo de mejorar las condiciones de vida y de trabajo de las comunidades locales, afro, indígenas y campesinas de la Amazonia colombiana (Departamento de Putumayo), y mitigar los efectos del cambio climático y de la pandemia COVID-19, para apoyar el proceso de paz, proteger la biodiversidad y promover la equidad de género.