En 2013, al menos 4.000 familias de los departamentos de Tarija, Chuquisaca y Potosí se vieron afectadas por las crecidas del río San Juan del Oro, según un informe del Viceministerio de la Defensa Civil (VIDECI). Como todo hecho repentino, hubo limitaciones a la hora de responder a los municipios afectados. Cuando se trata de limitaciones, se destacan varios factores entre los cuales: la ordenación del territorio ante eventos adversos, la estructura, equipamiento y personal capacitado para enfrentarlos, así como las leyes o reglamentos para la preparación o respuesta, así como la preparación y sensibilización de los habitantes de las veredas, explica Víctor Hugo Vedia, director de la unidad de gestión de riesgos del municipio de Tupiza (Potosí). “No estar preparados para un desastre es terrible, porque cuando va a pasar te quieres ir, en las siguientes semanas no tienes para comer, es un golpe tremendo, en el 2013 me tocó vivirlo, el río creció y todas las plantas quedaron sepultadas por la arena, y en 2017 hubo una segunda inundación”, cuenta Ricardo Ovando, productor de hortalizas de la comunidad de Ichupampa, municipio de Tupiza. Este año (2020) el municipio de Cotagaita (Potosí) se vio sorprendido por una inundación que, según el reporte del alcalde, Macario Navarro, destruyó 150 viviendas dejando sin hogar a 700 personas. La gobernación, los bomberos, la policía y el ejército se movilizaron para la respuesta. “Sin embargo, recibimos el impacto de la inundación más organizados, nuestro municipio respondió mejor que en años anteriores, ya teníamos instalada una Unidad de Gestión de Riesgos y activado el Comité de Operaciones de Emergencia (COE)”, explica Franz Tito, técnico agrícola oficial del municipio de Cotagaita. “Hacer frente al riesgo implica conocerlo, por eso hemos trabajado con ocho municipios, hemos elaborado sus mapas de riesgo y planes de contingencia para sus fracciones (destinados a prepararse ante un desastre al que el municipio ha dado prioridad), además de sus leyes locales de gestión de riesgos. A esto se suma el trabajo de interconexión entre municipios, como parte de una estrategia de monitoreo gradual, lo que significa que cada municipio informa al otro, por ejemplo, sobre el volumen de agua de lluvia que cae en la parte alta del embalse, para que esos en el fondo tomen sus precauciones”, explica Edwin Alí, Oficial Técnico de FAO Bolivia en Gestión de Riesgos en la Cuenca del Río San Juan del Oro. Este trabajo se integró con una estrategia agrícola. “El principio que aplicaron los municipios es garantizar la inocuidad de los alimentos, por eso el trabajo realizado fue utilizar especies de ciclo corto, para que las fracciones antes de la primera lluvia garanticen una cosecha y no sean vulnerables a riesgo de inundaciones en temporada de lluvias”, comenta Mario Martínez, alcalde del municipio de Tupiza. “Por otro lado, los municipios han trabajado en sistemas de alerta temprana. Esto es fundamental porque nos prepara con anticipación para un posible desastre. Hemos restaurado ocho estaciones meteorológicas y capacitado a los aldeanos para interpretar los datos y al mismo tiempo informarnos. En otras fracciones con las que no tenemos comunicación hemos implementado alarmas lumínicas. Esto funciona con un sistema de faroles que emiten luces rojas, amarillas y verdes. Cuando está verde es normal, en amarillo está atenta a los cambios y cuando está rojo la fracción aplica diversas estrategias, como esparcir humos en los campos para subir la temperatura o prender calefactores”, comenta Oscar Peca, director de la Unidad de Gestión de Riesgos y Alerta Temprana del Municipio de Vitichi (Potosí). La tecnología y la comunicación juegan un papel preponderante para que esta coordinación funcione y para estos municipios la aplicación WhatsApp deja de tener solo un rol social y asume un rol preventivo, pues 15 municipios se comunican y se informan sobre las condiciones climáticas. “Nuestro gremio agropecuario eligió a un joven porque maneja mejor la tecnología y le enseñaron a entender la información que transmiten los técnicos en gestión de riesgos. A mediados de abril, gracias a los avisos del municipio de Tupiza, pudimos salvar nuestras cebollas ya cosechadas y evacuar parte del ganado”, cuenta Marvel Gonzàles, secretaria general del caserío Santa Rosa (municipio de Las Carreras, Chuquisaca). Otra de las soluciones identificadas para enfrentar estos eventos adversos son herramientas sencillas y rentables para los productores. En este sentido “la plantación de tunas es una alternativa sencilla y altamente rentable, que puede ayudar a integrar la economía de las fracciones, debido a que su cultivo es sencillo y resiste climas extremos”, explica Willy Blanco, regidor de desarrollo productivo del municipio de Cotagaita. Otra estrategia para cubrir el vasto territorio de los municipios, aplicada por el programa de asistencia técnica de VIDECI y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) con financiamiento de la Agencia Italiana de Cooperación Internacional, es la formación de promotores, para “aprender haciendo” riesgos y estrategias agropecuarias y de esta manera, en coordinación con los gobiernos autónomos municipales, poder trabajar juntos ante un evento adverso. La solidaridad es un elemento esencial para el funcionamiento del modelo. Un ejemplo es que, durante el desastre ocurrido en Cotagaita, los municipios de Vitichi y Tupiza ayudaron con maquinaria, una motoniveladora y un camión, para apoyar a la población ante esta emergencia. Sin embargo, todo lo que los municipios aprenden y aplican trasciende y ante la emergencia sanitaria del Covid-19 cinco de los municipios, que acababan de pasar la temporada de lluvias, han puesto al servicio de la población y asistencia su Comité Municipal para la Reducción de Riesgos. en desastres (COMURADE) y su propio Comité Operativo de Emergencia (COE), según lo que establece la ley nacional de gestión de riesgos (Ley 602 de 2014), solo que esta vez en apoyo a la salud de la población. |
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AUTOR: Alfredo Eguino