En la Finca Potosí, un nuevo comienzo para las víctimas del conflicto colombiano

En Colombia, las minas antipersonal siguen cobrando víctimas entre la población civil. AICS colabora con OEA para apoyar a estas personas en su camino de rehabilitación física y psicológica. Al mismo tiempo, se está trabajando para ofrecer formación profesional y apoyar la implementación de microproyectos de emprendimiento.

Reinel se pone los guantes, toma una piña del montón, la lava en un balde grande de agua, le quita la cáscara con un cuchillo y comienza a cortarla en rodajas regulares aproximadamente de un centímetro de grosor. Esperanza lo ayuda y Jair los mira feliz. Los tres van enjaezados con un overol blanco que los cubre casi por completo y en el que deben sufrir terriblemente el bochornoso calor de la llanura tolimense, pero ninguno se queja. Estamos en Colombia, en Armero Guayabal, un pueblo que fue reconstruido desde sus cimientos tras la avalancha provocada por la erupción del volcán Nevado del Ruiz que en 1985 sumergió el antiguo pueblo.

AICMA-OEA

Reinel Barbosa y Jair Reina son dos sobrevivientes de accidentes con minas terrestres. En Colombia, las minas antipersonal han jugado y siguen jugando un papel protagónico en el que es el conflicto más largo del continente. Originalmente muy utilizadas por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo (FARC-EP) y por el Ejército de Liberación Nacional (ELN) para contrarrestar la superioridad armada del ejército nacional, gracias a su eficacia en términos de guerra y su facilidad tradicionales continúan siendo una forma de violencia empleada por los grupos armados ilegales. El flagelo de las minas antipersonal ha afectado a 31 de los 32 departamentos colombianos y de manera desproporcionada a las zonas rurales, donde se concentra el 99% de los accidentes y donde los servicios de salud son generalmente de difícil acceso. En consecuencia, además de generar consecuencias directas y visibles en los cuerpos de las víctimas, la presencia o sospecha de la presencia de minas altera los significados de un territorio y la relación de sus habitantes con él.

Desde 1990 han habido 12.229 víctimas de minas antipersonal y otros artefactos explosivos en el país. Los efectos de estos dispositivos son completamente indiscriminados, ya que son activados directamente por la víctima y que dicha activación también puede producirse con efecto retardado. El impacto causado por las minas antipersonal y los demás explosivos de guerra genera daños físicos, que pueden incluir amputaciones de miembros superiores e inferiores, deficiencias auditivas o visuales y daños en la piel causados ​​por astillas o quemaduras.

AICMA-OEA

La Agencia Italiana de Cooperación para el Desarrollo (AICS) participa en el desminado y la asistencia a las víctimas de las minas antipersonal en Colombia desde 2018. Actualmente colabora con la Organización de los Estados Americanos (OEA), que a través del programa AICMA (Acción integral contra minas antipersonal), cuenta con casi 30 años de experiencia en una amplia gama de actividades relativas a las minas en los Estados miembros. En concreto, durante el último año, gracias a la financiación italiana, una treintena de supervivientes de accidentes provocados por minas antipersonal con amputaciones de miembros inferiores recibieron prótesis y siguieron un proceso de rehabilitación. También se apoyó la creación local de 60 dispositivos de protección para uso en muñones, los cuales serán distribuidos a precio subsidiado, facilitando así el acceso a este tipo de dispositivos que suelen ser importados y por lo tanto con costos muy altos y tiempos de entrega prolongados.

Además de las discapacidades físicas, el accidente de una mina antipersonal genera una serie de consecuencias psicológicas para las víctimas, que inevitablemente se ven obligadas a cambiar sus planes de vida y muchas veces también los de sus familias, que generalmente son quienes se encargan de los tratamientos y la asistencia. Por lo tanto, es esencial que los programas de apoyo a las víctimas incluyan un componente de integración socioeconómica. Por ello, AICMA-OEA, con el apoyo de AICS, ha creado una serie de seminarios para sobrevivientes en temas como emprendimiento y comercio, permitiéndoles adquirir conocimientos y generar nuevas oportunidades de ingresos para ellos, sus familias y las comunidades en las que viven.

AICMA-OEA

Al finalizar el proceso de capacitación, AICMA-OEA evaluó las ideas de negocios surgidas durante los seminarios y otorgó capital semilla y apoyo técnico a aquellas que se destacaron por tener mayores posibilidades de crecimiento y contribuir al bienestar de toda la comunidad. Entre ellas, la idea de Reinel y Jair, Un Manjar para su Paladar, que consiste en el procesamiento y comercialización de fruta deshidratada.

Cuando les preguntamos cómo surgió la idea de la fruta deshidratada, nos comentan que querían alargar la vida de la fruta que cultivan y que de lo contrario tendría un tiempo de consumo muy limitado. Sin embargo, al eliminar el agua contenida en los alimentos frescos, se abren nuevas grietas también desde el punto de vista de las exportaciones al exterior.

La microempresa está ubicada en la Finca Potosí, un terreno fértil de 149 hectáreas que perteneció a un narcotraficante y que en 2018 fue otorgado a veintidós familias víctimas del conflicto colombiano como parte del proceso de restitución de tierras bajo la Ley 1448 de las víctimas de 2011.

Mientras meten las rodajas de piña cortadas en el horno de secado, nos comentan que actualmente también secan y venden plátanos, mangos, fresas, pitahaya, manzanas, peras y guanábana, pero a futuro la idea es seguir produciendo otros tipos de fruta deshidratada y posicionarse en los mercados internacionales. Esta historia acaba de empezar.

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