Luisa Fernanda y Fabiola: unión y ahorro para fortalecer el campo

Para Luisa Fernanda y Fabiola, mujeres campesinas del departamento del Valle del Cauca, hacer parte de asociaciones productivas que reconocen la importancia del ahorro y los fondos autogestionados, les ha permitido mirar al futuro con más optimismo y confianza

El proyecto piloto “Creando Nuestros fondos autogestionados”, perteneciente a las Rutas Territoriales del Programa DRET II de AICS, Unión Europea y FAO Colombia, cerró el año con más de 150 beneficiarios, en su mayoría mujeres campesinas que hacen parte de asociaciones del norte del Valle del Cauca.

Entre estas asociaciones resaltan ASOMUCAVA y Corposanisidro.

ASOMUCAVA – Asociación de Mujeres Caficultoras, Agrícolas y Pecuarias del Valle del Cauca – está compuesta por mujeres campesinas productoras de café, cacao y caña y criadoras de gallinas y pollos. Mujeres “berracas y echadas para adelante”, como se dice en el argot popular de esta zona de Colombia.

Luisa Fernanda Fajardo es una de las lideresas de esta asociación. Ella y sus once compañeras participaron en el proyecto piloto, el cual reconocen que les ha servido para reforzar los vínculos entre las asociadas: “Gracias al proyecto de Fondos Autogestionados nos sentimos más como una familia. Nos enseñaron las ventajas del ahorro pues cada 15 días nos reuníamos a aportar a la caja común y en este proceso involucramos también a nuestras familias”. De hecho, una de las acciones del proyecto fue entregarle a cada asociación un “kit de ahorro”, compuesto por una caja fuerte y unos estatutos para el fondo social, con lineamientos guía y protocolos de uso. Para los representantes del Ministerio de Agricultura involucrados en el proyecto, esta práctica fue una de las más relevantes, pues de esta manera se sensibiliza a los asociados y se genera la confianza necesaria para que los fondos sean sostenibles a futuro.


Gracias a la información y capacitación recibida en el proyecto, las mujeres de ASOMUCAVA podrán reforzar su negocio ubicado en el centro de Roldanillo (Valle del Cauca), donde venden café, mermeladas y postres.

Corposanisidro está conformada por mujeres trabajadoras de la vereda de San Isidro en el municipio de Bolívar. Fabiola Pulido, una de las asociadas, destacó la capacitación y el acompañamiento institucional ofrecido desde el proyecto, el cual les dio una perspectiva más amplia sobre lo que pueden lograr a través del ahorro: “En el campo la mayoría de las mujeres no sabemos para qué sirve el ahorro o cómo nos puede ayudar a crecer nuestros negocios. Nos han enseñado a proyectarnos a futuro, a tener una planificación productiva para salir adelante”.

Este tipo de fondos sociales adquieren una importancia mayor en contextos como el de esta vereda, en donde los pequeños productores deben enfrentarse a grandes corporaciones y al detrimento del medio ambiente generado por los monocultivos y el monopolio de las semillas. “Este fondo nos permitirá tener un colchón en momentos de necesidad de la comunidad”, concluye.


Reunión de cierre de proyecto en la vereda San Isidro, en donde mujeres como Fabiola recibieron conocimiento y capacitación en temas financiero, de ahorros y asociatividad.

Entrevista a Fabiola Pulido, beneficiaria DRET II

En la Finca Potosí, un nuevo comienzo para las víctimas del conflicto colombiano

En Colombia, las minas antipersonal siguen cobrando víctimas entre la población civil. AICS colabora con OEA para apoyar a estas personas en su camino de rehabilitación física y psicológica. Al mismo tiempo, se está trabajando para ofrecer formación profesional y apoyar la implementación de microproyectos de emprendimiento.

Reinel se pone los guantes, toma una piña del montón, la lava en un balde grande de agua, le quita la cáscara con un cuchillo y comienza a cortarla en rodajas regulares aproximadamente de un centímetro de grosor. Esperanza lo ayuda y Jair los mira feliz. Los tres van enjaezados con un overol blanco que los cubre casi por completo y en el que deben sufrir terriblemente el bochornoso calor de la llanura tolimense, pero ninguno se queja. Estamos en Colombia, en Armero Guayabal, un pueblo que fue reconstruido desde sus cimientos tras la avalancha provocada por la erupción del volcán Nevado del Ruiz que en 1985 sumergió el antiguo pueblo.

AICMA-OEA

Reinel Barbosa y Jair Reina son dos sobrevivientes de accidentes con minas terrestres. En Colombia, las minas antipersonal han jugado y siguen jugando un papel protagónico en el que es el conflicto más largo del continente. Originalmente muy utilizadas por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo (FARC-EP) y por el Ejército de Liberación Nacional (ELN) para contrarrestar la superioridad armada del ejército nacional, gracias a su eficacia en términos de guerra y su facilidad tradicionales continúan siendo una forma de violencia empleada por los grupos armados ilegales. El flagelo de las minas antipersonal ha afectado a 31 de los 32 departamentos colombianos y de manera desproporcionada a las zonas rurales, donde se concentra el 99% de los accidentes y donde los servicios de salud son generalmente de difícil acceso. En consecuencia, además de generar consecuencias directas y visibles en los cuerpos de las víctimas, la presencia o sospecha de la presencia de minas altera los significados de un territorio y la relación de sus habitantes con él.

Desde 1990 han habido 12.229 víctimas de minas antipersonal y otros artefactos explosivos en el país. Los efectos de estos dispositivos son completamente indiscriminados, ya que son activados directamente por la víctima y que dicha activación también puede producirse con efecto retardado. El impacto causado por las minas antipersonal y los demás explosivos de guerra genera daños físicos, que pueden incluir amputaciones de miembros superiores e inferiores, deficiencias auditivas o visuales y daños en la piel causados ​​por astillas o quemaduras.

AICMA-OEA

La Agencia Italiana de Cooperación para el Desarrollo (AICS) participa en el desminado y la asistencia a las víctimas de las minas antipersonal en Colombia desde 2018. Actualmente colabora con la Organización de los Estados Americanos (OEA), que a través del programa AICMA (Acción integral contra minas antipersonal), cuenta con casi 30 años de experiencia en una amplia gama de actividades relativas a las minas en los Estados miembros. En concreto, durante el último año, gracias a la financiación italiana, una treintena de supervivientes de accidentes provocados por minas antipersonal con amputaciones de miembros inferiores recibieron prótesis y siguieron un proceso de rehabilitación. También se apoyó la creación local de 60 dispositivos de protección para uso en muñones, los cuales serán distribuidos a precio subsidiado, facilitando así el acceso a este tipo de dispositivos que suelen ser importados y por lo tanto con costos muy altos y tiempos de entrega prolongados.

Además de las discapacidades físicas, el accidente de una mina antipersonal genera una serie de consecuencias psicológicas para las víctimas, que inevitablemente se ven obligadas a cambiar sus planes de vida y muchas veces también los de sus familias, que generalmente son quienes se encargan de los tratamientos y la asistencia. Por lo tanto, es esencial que los programas de apoyo a las víctimas incluyan un componente de integración socioeconómica. Por ello, AICMA-OEA, con el apoyo de AICS, ha creado una serie de seminarios para sobrevivientes en temas como emprendimiento y comercio, permitiéndoles adquirir conocimientos y generar nuevas oportunidades de ingresos para ellos, sus familias y las comunidades en las que viven.

AICMA-OEA

Al finalizar el proceso de capacitación, AICMA-OEA evaluó las ideas de negocios surgidas durante los seminarios y otorgó capital semilla y apoyo técnico a aquellas que se destacaron por tener mayores posibilidades de crecimiento y contribuir al bienestar de toda la comunidad. Entre ellas, la idea de Reinel y Jair, Un Manjar para su Paladar, que consiste en el procesamiento y comercialización de fruta deshidratada.

Cuando les preguntamos cómo surgió la idea de la fruta deshidratada, nos comentan que querían alargar la vida de la fruta que cultivan y que de lo contrario tendría un tiempo de consumo muy limitado. Sin embargo, al eliminar el agua contenida en los alimentos frescos, se abren nuevas grietas también desde el punto de vista de las exportaciones al exterior.

La microempresa está ubicada en la Finca Potosí, un terreno fértil de 149 hectáreas que perteneció a un narcotraficante y que en 2018 fue otorgado a veintidós familias víctimas del conflicto colombiano como parte del proceso de restitución de tierras bajo la Ley 1448 de las víctimas de 2011.

Mientras meten las rodajas de piña cortadas en el horno de secado, nos comentan que actualmente también secan y venden plátanos, mangos, fresas, pitahaya, manzanas, peras y guanábana, pero a futuro la idea es seguir produciendo otros tipos de fruta deshidratada y posicionarse en los mercados internacionales. Esta historia acaba de empezar.

La comunidad Sikuani, un pueblo que aporta a la construcción de la paz

“Mapiripán” en lenguas ancestrales significa canasta de pan. Este municipio, ubicado en el departamento del Meta, durante décadas vivió el conflicto armado. Pero hoy es un territorio lleno de oportunidades que le apuesta a la paz y que cuenta con una gran riqueza cultural.

En los cuatro núcleos del resguardo Caño Ovejas, gracias al proyecto Avanza Mapiripán de la Agencia Italiana de Cooperación para el Desarrollo (AICS), con el apoyo de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y del Comité Internacional para el Desarrollo de los Pueblos (CISP), inició la siembra de 12 hectáreas de yuca brava, donde se espera producir 10 tonelada por hectárea.

Mingas para el progreso

Después de realizar el estudio y preparación de suelos, las 364 personas del resguardo se organizaron en jornadas comunitarias o mingas, para establecer sus conucos, es decir parcelas. Mujeres, hombres, niños y adolescentes se unieron para sembrar.

Una parte de la cosecha se consumirá internamente, mientras la otra parte se venderá. La Asociación de Autoridades Tradicionales Indígenas de Mapiripán (ASOTIMAPI), conformada con ayuda del proyecto, será responsable del proceso de comercialización. La mayoría de la cosecha será destinada a la transformación en casabe y mañoco, alimentos básicos y fundamentales del pueblo Sikuani.

Sikuani

Este pueblo es uno de los 87 pueblos indígenas reconocidos en Colombia, y pervive en la zona, aunque algunas familias fueron desplazadas entre los años 1997 y 1998. Desde nómadas que recorrían las grandes sabanas, selvas y ríos de los llanos orientales, debido a la llegada de colonos en los años Cincuenta, se vieron forzados al sedentarismo. En la actualidad, cada familia se dedica a la pesca y a la agricultura de subsistencia. Los Sikuani poseen un calendario que se basa en la observación de la naturaleza y de las estrellas, y de ahí se determina el momento de talar, cazar, sembrar o recolectar frutos. Por eso, las actividades desarrolladas en el marco del proyecto se realizan con respeto a la Madre Tierra.

 

Acciones por la preservación de las tradiciones Sikuani

El proyecto Avanza Mapiripán también apoya a la comunidad Sikuani del resguardo Caño Ovejas en la preservación de las tradiciones alimentarias con encuentros de memoria culinaria y promoción de la participación en eventos municipales con muestras artesanales y culinarias. Así mismo se acompaña a la comunidad en las celebraciones tradicionales y rituales.

Como nos explica Manuel Rodríguez, capitán del resguardo Sikuani Caño Ovejas, que durante 75 años ha sido testigo de los cambios sociales y de la lucha de su comunidad por el derecho ancestral al territorio: “Para nosotros la tierra es nuestra madre, es quien nos da el alimento y muchos más. Por eso la cuidamos y la defendemos”.

Sikuani

Unidos, recicladores venezolanos y colombianos en la Costa Caribe de Colombia generan ingresos mientras conservan el medio ambiente

Anleidys, Víctor y Nairis encontraron en el reciclaje una forma de sostener económicamente a sus familias y aportar a sus comunidades en Barranquilla y Santa Marta

Para Nairis, no hay duda de que el reciclaje le salvó la vida. Después de dejar todo atrás en Venezuela para reiniciar su vida en Colombia, Nairis tuvo muchas dificultades para ganar lo mínimo necesario y sobrevivir en su ciudad de acogida, Barranquilla, ya que había llegado, junto con su hijo de 4 años, poco antes del inicio de la pandemia de COVID-19.

“Durante mucho tiempo no pudimos salir a las calles para trabajar porque había mucho riesgo de contagio”, recuerda Nairis, quien por suerte encontró cupo en un albergue apoyado por ACNUR, donde ella y su hijo permanecieron durante los meses inciertos del inicio de la pandemia. Cuando pudo aventurarse a salir a buscar un empleo, Nairis, quien había trabajado como ingeniera eléctrica en su natal Venezuela, no encontró otra forma de ganarse la vida que vendiendo cafés en la calle – un trabajo duro que muchas veces no le alcanzaba para cubrir sus necesidades.

Fue mientras salía a vender café que conoció a un grupo de recicladores, cuyo trabajo le parecía no solo más sostenible sino también más rentable que el suyo. Empezó a buscar cosas para reciclar, pero sola, le resultaba arriesgado.

“Viví muchas dificultades”, comparte. “Me encontré muchas cosas difíciles: riesgos físicos por el peso del material que llevaba, riesgos por un accidente de bus, riesgos por lluvias”.

© ACNUR/Daniela Camargo

Fue así cómo decidió unirse a un grupo de recicladores de la comunidad de Brisa del Río en Barranquilla, en su mayoría venezolanos como ella. Gracias a la labor del reciclaje, no solo encontró una pasión, sino que volvió a sentirse parte de una comunidad.

Nairis lleva ya un año dedicada a la recuperación ambiental a través de la reutilización de materiales desechados, asegurando un sustento digno a través de esta labor para ella y su hijo. Sin embargo, aunque trabajar en grupo les evita algunos riesgos, los recicladores se enfrentan a situaciones de explotación laboral: muchas veces las empresas que compran sus materiales no les pagan, o se tardan meses en hacerlo. Reconociendo estas dinámicas, Nairis empezó a liderar el proceso de protección de derechos dentro de su comunidad recicladora.

Gracias a donantes como la Agencia Italiana para el Desarrollo (AICS), la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) y su socio, Pastoral Social, Nairis y su equipo de recuperadores ambientales reciben formación en habilidades blandas, orientación en derechos y dotación para contar con más herramientas para seguir con su trabajo, transformando, en condiciones de dignidad, cartón, vidrio, aluminio y hierro en artículos decorativos para el hogar, jardines y patios. Lo que ganan les permite tener mayor autonomía laboral y equilibrar los gastos del hogar, como la comida y el arriendo. Además de esto, Nairis ha recibido apoyo de ACNUR y Pastoral Social para involucrar a su hijo en actividades pedagógicas y recreativas mientras realiza su trabajo.

La contribución de los recicladores venezolanos en Colombia suele parecer invisible a la sociedad, ya que reina el desconocimiento sobre el desecho correcto de materiales sólidos y las personas también ignoran el papel fundamental del reciclaje. Pero los recicladores del grupo se definen como activistas por el medio ambiente y realzan el trabajo valioso que hacen a favor de toda la sociedad.

“Nosotros alargamos la vida del ecosistema de la tierra. Es decir, aportamos vida al planeta, porque cuando reciclamos, estamos haciendo que se procesen materiales en nuevos artículos”, explica Nairis.

Como ella, otros líderes ambientales en la Costa Caribe colombiana han sumado esfuerzos por esta causa. Víctor, un colombiano nacido en Santa Marta, también forma parte de un equipo de recuperadores ambientales que, con el apoyo de CESVI, participan en jornadas de siembra de árboles, limpieza del espacio público y procesos pedagógicos para enseñar a reciclar.

“Tanto el pueblo venezolano como los colombianos necesitamos tener conciencia de lo que valen los recursos naturales”, señala. “Tener conciencia para no afectar el ambiente. Creo que es importante dar un mensaje a la comunidad para que conozca más sobre los desechos sólidos porque muchas personas no saben cómo separar su basura”.

© ACNUR/Erick Galet

Junto con Víctor, trabaja Anleidys, una venezolana que lleva tres años viviendo en Santa Marta. Ella considera que educar a las personas representa una parte fundamental de su trabajo como recicladora.

“En una campaña que hicimos, de la mano de CESVI y ACNUR, fuimos casa por casa a explicarle a la gente con folletos cómo separar los residuos aprovechables y no aprovechables”, recuerda. “Quiero que pongamos un poco más de nuestra parte para el bienestar ambiental de la comunidad en la que vivimos”.

Anleidys, Víctor y Nairis son verdaderos héroes ambientales. Gracias a sus esfuerzos, los proyectos de dignificación laboral para el fortalecimiento de medios de vida a partir del reciclaje son un éxito.

 

* Los nombres de algunas personas fueron cambiados por motivos de protección.

Sandra: una mujer conservadora del territorio

Para Sandra Milena Campo, viajar por Boyacá conociendo diferentes proyectos productivos, es una experiencia que le ha permitido ampliar su perspectiva frente a los saberes agrícolas, artesanales y gastronómicos que conforman un país tan variopinto como Colombia.

Esta mujer afrodescendiente, proveniente del Municipio San Estanislao de Kostka, en el departamento de Bolívar, se ha caracterizado por ser una lideresa y emprendedora aún en los momentos más difíciles, en medio del desplazamiento y el conflicto armado colombiano: “como comunidad afrodescendiente y campesina hemos tenido dificultades al tener que adaptarnos a otros lugares, trasladándonos siempre de un lugar a otro”. Su espíritu de resiliencia y voluntad de preservar los saberes tradicionales de su comunidad la llevaron a pertenecer al Consejo Comunitario Mago de la Pua II, ubicado en la vereda Catambuco. El trabajo comunitario de Sandra se entreteje con sus actividades productivas, entre las cuales se destacan la elaboración artesanal de ropa y accesorios y el cultivo de árboles frutales, plantas medicinales y flores.

El impacto que estas labores han tenido en la generación de empleo e ingresos para su comunidad, la convirtieron en ganadora del premio nacional Mujeres Transformadoras de la Colombia Rural 2022, en la categoría “Mujer Conservadora del Territorio”, reconocimiento otorgado por la Agencia Nacional de Tierras (ANT). En el marco de este premio, Sandra tuvo la oportunidad de participar de un intercambio de experiencias a lo largo de ocho municipios boyacences, donde conoció otras mujeres rurales que como ella, están aportando al desarrollo de sus comunidades con emprendimientos productivos en las áreas de la agricultura, el turismo y las artesanías. Durante cuatro días, y en compañía de Mayerly Sánchez, otra de las ganadoras del premio, asistió a talleres de cultivo de papa, cestería y gastronomía; y también recorrió emprendimientos ecológicos, cafeteros, apícolas y de cunicultura. En estos espacios tuvo la oportunidad de dialogar con organizaciones de mujeres y compartir experiencias de vida.

«Este es el mejor regalo que hemos recibido en el marco del premio. Me llevo de esta experiencia nuevos conocimientos y saberes de una cultura que recién estoy conociendo, llena de gente maravillosa y con historias que me dan ánimo y fuerza para seguir. A las mujeres rurales del resto del país le quiero decir que todo en la vida es posible; a las mujeres tejedoras les digo que sigamos tejiendo futuro, familia, territorio y cultura”.

Sandra destaca del intercambio el hecho de que haya sido creado especialmente para mujeres rurales, una población afectada particularmente por las brechas de género, que representan jornadas más largas de trabajo e ingresos más bajos. “Sentimos que este concurso fue creado por mujeres, para mujeres. Eso es una señal de que como mujeres podemos generar una cadena en el que la una va impulsando a la otra y sacamos más mujeres a que se valoren y valoren su trabajo”.

El intercambio de experiencias del premio Mujeres Transformadoras de la Colombia Rural 2022 fue posible gracias a la alianza de la Agencia Nacional de Tierras y el Programa DRET II de la Unión Europea, la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO Colombia) y la Agencia Italiana de Cooperación para el Desarrollo (AICS).

Una nueva oportunidad para los jóvenes turoperadores del Qhapaq Ñan

La Paz, Bolivia. Son las ocho de la mañana de un frío invierno. Partimos de Plaza de España, hacia el lago Titacaca. Nuestro objetivo es visitar los proyectos financiados por la Cooperación Italiana en el sector turístico, algunos de los cuales se realizan en las áreas aledañas al camino inca de Qhapaq Ñan. Estos incluyen «INCAmmino», un proyecto implementado por la ONG italiana Instituto para la Cooperación Económica Internacional (ICEI) y la iniciativa «Qhapaq Ñan – Fase II», administrada por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Nos acompaña Daniel Carvallo, coordinador general para Bolivia, Ecuador y Perú del proyecto PNUD, quien durante el viaje nos cuenta los pasajes más importantes de la primera fase de la citada intervención.

Son las 11 de la mañana cuando llegamos a Santiago de Okola, un pequeño pueblo ubicado en la orilla boliviana del lago Titicaca, a 4 mil metros sobre el nivel del mar. Luciano Lucchesi, coordinador del proyecto ICEI “INCamino”, nos espera en la plaza del pueblo. Salimos del coche. El aire es fresco, el sol es muy fuerte, quema la piel, típico de la meseta. Esta remota comunidad del lago es el punto estratégico para articular las actividades de los dos proyectos financiados por la Cooperación Italiana y destinados a promover el turismo comunitario y sostenible del Qhapac Ñan, un camino inca que recorre Sudamérica desde Colombia hasta Chile.le.

Desde la plaza nos dirigimos hacia la escuela del pueblo, donde Luciano se ocupa de la formación de jóvenes tour operadores locales, una de las principales actividades del proyecto. De hecho, esta intervención contempla tres componentes: la protección del patrimonio, la creación de sinergias entre los distintos municipios para la elaboración de un plan turístico y, por último, la promoción del turismo, también mediante el uso de las nuevas tecnologías digitales de la información y la comunicación (TIC).

Es precisamente en las actividades de formación en las que se centra el trabajo del ICEI en este período. En el atrio de la escuela, jóvenes tour operadores de las zonas más dispares de Bolivia se dieron cita para participar del curso para jóvenes guías. El curso está diseñado para mejorar sus habilidades técnicas y conocimientos como profesionales de la industria.

Así que aprovechemos la oportunidad para hacer algunas preguntas y recopilar testimonios:

Maruja es la Presidenta de la Organización de Turismo Comunitario de Santiago de Okola, fundada en 2006 por la asociación de 6 familias y actualmente conformada por 12 familias. “Santiago de Okola está a unas 2 horas y media de la ciudad de La Paz. Tradicionalmente esta comunidad se ha dedicado a la pesca y la agricultura, aunque en los últimos años el turismo internacional ha ido cobrando impulso. Los turistas provienen principalmente de Estados Unidos, Francia, Alemania y Japón y se sienten atraídos por estos fabulosos lugares y el estilo de vida de la comunidad, que es tan diferente al de ellos. En el país no hay hotel y los turistas son recibidos por familias dentro de sus casas. A la fecha, sin embargo, aún faltan algunas herramientas importantes para explotar al máximo el potencial turístico del lugar. La comunicación y la tecnología, por ejemplo, son importantes para poder contactar directamente con los turistas. De momento nos apoyamos en las agencias de viajes, aunque nos gustaría aprender a gestionar personalmente la comunicación con los turistas”.

Ramiro, en cambio, proviene de la empresa Qala Uta, fundada en 2008 y compuesta por 25 familias. “Para algunas empresas de turismo el trabajo es más fácil porque están cerca de las ciudades. En nuestro caso, intentamos aprovechar la tradición aymara para atraer la atención de los turistas. Como comunidad nos une la cosmovisión indígena conformada por los animales y la naturaleza, para nosotros todo tiene vida. Los beneficios que se obtienen con el turismo se distribuyen entre toda la comunidad, tanto entre quienes participan del circuito turístico, como entre quienes no participan en absoluto. Estamos agradecidos por esta oportunidad y por compartir sus conocimientos con nosotros”.

Amalia forma parte de Tomarapi, una asociación que lleva más de 16 años trabajando en el circuito turístico del lago y que ahora cuenta con 25 socios. Amalia está muy contenta de poder participar en este proyecto, nos comenta que los espacios de formación son una excelente herramienta para su crecimiento profesional. “El proyecto nos ayuda mucho. Puedo aprender a guiar turistas y en el futuro podré formar a otros guías en mi comunidad”.

Jesus es parte de la empresa Mi casa es tu casa en la región tropical de Yungas, cerca de la ciudad de La Paz. «Es la primera vez que la cooperación internacional nos brinda una formación en estos temas, un método empírico que nos permite aprender un oficio”.

Onofre en cambio, es parte de la Comunidad San Antonio de Lípez en el Departamento de Potosí, a 700 km de aquí. “Entre los diversos atractivos turísticos, ofrecemos la oportunidad de visitar las minas coloniales. La afluencia de turistas de Chile y Argentina es fuerte. Estos cursos nos permiten desarrollar aún más las relaciones con los turistas que llegan de estos países”.

Ronald también viene de Potosí. La asociación para la que trabaja ofrece a los turistas visitas guiadas para conocer las pinturas rupestres incas. “El curso nos ayuda a capacitarnos en aspectos importantes como normas y reglamentos para formar guías locales de turismo comunitario”.

Finalmente, hablamos con Boris, guía turístico y fotógrafo de la comunidad de Luribay, quien vino a realizar un pequeño curso de fotografía para los jóvenes tour operadores que participan en el proyecto. “Con nosotros, el turismo todavía tiene grandes límites, hay falta de infraestructuras y el hecho de que el gobierno imponga visas de turista a los que vienen de Estados Unidos e Israel es un gran problema; sin mencionar que los impuestos son bastante altos. Aunque la cooperación internacional es de mucha ayuda, el gobierno debería ser más flexible y más cercano a la gente”.

Nuestra visita a Santiago di Okola fue muy bien acogida, y nuestra participación en el taller organizado por el ICEI se percibe como una implicación y una atención que los habitantes de estos lugares pocas veces están acostumbrados a recibir por parte de las instituciones. También por ello estamos cordialmente invitados a almorzar por Doña Maruja quien nos ofrece un rico Apthapi, tradicional picnic, a base exclusivamente de productos locales.

Después del almuerzo, nuestra visita continúa hacia la casa de Doña Victoria, una casa típica donde se alojan los turistas. Doña Maruja y Daniel nos explican que, para desarrollar el turismo comunitario, es necesario normalizar las instalaciones de alojamiento y mejorarlas, con el fin de crear un estándar mínimo de calidad. Por eso, también será necesario invertir en sistemas eléctricos y sanitarios y mejorar la calidad de las camas y los servicios, para que los turistas y visitantes se sientan a gusto.i.

 

AUTOR: Alfredo Eguino

Asaí: el elixir de la eterna juventud cultivado en la Amazonía boliviana

Estamos en Cobija, a 612 kilómetros (en línea recta) de la capital La Paz, para una misión de seguimiento del programa de fortalecimiento de la economía social comunitaria a través de la gestión integrada y sostenible de la selva amazónica financiado con 1.575.600 € por la Agencia Italiana de Cooperación para el Desarrollo (AICS) e implementado por la FAO. Las actividades, que comenzaron en 2017, finalizarán a fines de 2019. 41 de las 2197 familias beneficiarias del proyecto viven en Trinchera (y en otros pueblos cerca).

Son las ocho de la mañana en la plaza de Cobija, cuando se abren las persianas de un pequeño comercio llamado “Punto Asaí”. Inmediatamente se forma una fila de personas que vienen por el batido de Doña Eva, hecho con asaí, leche, maní, castaña (nueces de Brasil) y otros ingredientes. Esperamos nuestro turno y aprovechamos para hablar con otros clientes:

Sheyla, una estudiante universitaria, bebe el batido de asaí ya que le da una energía extraordinaria que le permite estudiar durante horas. Jorge, un joven trabajador, nos cuenta que su abuela le transmitió la pasión por esta fruta: “Mi abuela está en forma como si el tiempo no pasara. Aprendí de ella y tomo el jugo de asaí todas las mañanas, me da fuerzas para trabajar y llegar sano y salvo al mediodía”.

Una vez dentro de la tienda, tenemos la oportunidad de hacerle un par de preguntas a la propietaria quien nos dice de dónde viene el asaí que usa.

“Este asaí proviene de una comunidad llamada Trinchera, capital del departamento de Pando. Quiero decirles a mis clientes porque muchos no saben que hay una gran diferencia entre el asaí brasileño y el boliviano. Aunque la pulpa boliviana es un poco más cara, sin duda es más pura y con un sabor más intenso”.

Entonces has optado por invertir en el producto nacional… ¿por qué?

Por calidad: ahora solo trabajo con asaí boliviano y me gusta el hecho de que he creado una buena relación mutuamente beneficiosa entre mi tienda y la comunidad. El año que viene renovaremos nuestra imagen e incluiremos la denominación de origen controlada. A mucha gente le gusta saber que el producto viene directamente de la comunidad”.

Saliendo de la tienda nos encontramos con Misael, esposo de Doña Eva, quien nos cuenta que él y su familia viven en la ciudad desde hace algunos años, luego de lo cual decidieron regresar a la comunidad porque vieron una nueva oportunidad económica.

“En nuestra comunidad tenemos la regla de que cada familia debe entregar dos bolsas de su cultivo de castaña para crear una caja común. Es gracias a esta ley comunitaria que nos hemos ganado nuestra confianza y nos han concedido un préstamo sin intereses que nos ha permitido poner en marcha nuestro negocio”. “Gracias a la Cooperación Italiana hemos podido modernizar nuestra maquinaria y hemos obtenido unas nuevas y más eficientes, mejorando mucho nuestro proceso productivo”, me explica Misael, “Sin embargo, el grueso del trabajo está en la asistencia técnica brindada por la cooperación para obtener la patente sanitaria. Una vez obtenido, estaremos listos para la venta de nuestro producto en el mercado nacional”.

Lo que parecía un sueño como tantos otros es ahora una posible realidad. De hecho, los empresarios locales están creando una red que les permitirá poder vender asaí boliviano en el mercado nacional. “Me dijeron que era la receta de la eterna juventud porque es un poderoso antioxidante”, nos cuenta Misael, “ahora que empezamos como negocio, solo queda esperar a la patente sanitaria para poder expandirnos”. “El primer paso es comerciar en nuestra ciudad, Cobija, luego entrar al mercado de Santa Cruz y finalmente en La Paz y Cochabamba. Nuestra empresa es la demostración de que el bosque es capaz de generar empleos sin recurrir a la deforestación y que se pueden generar ingresos para garantizar una vida digna a toda la comunidad”.

Los chicos de Qalauma

Al ingresar al Centro de Rehabilitación Juvenil de Qalauma, esperamos encontrar un centro de detención lleno de guardias y cercas de la prisión. En cambio, encontramos una comunidad de jóvenes que, en un hermoso día soleado, caminan en la amplia plaza de la estructura, alrededor de la cual se desarrollan las diversas actividades técnicas, profesionales y educativas que los preparan para la futura reintegración en el mundo exterior, con la esperanza que les abra una vida mejor que la que les trajo allí. Los chicos nos cuentan sus experiencias y nos muestran los productos que han elaborado.

Luis Miguel tiene 24 años y nació en La Paz. Lleva 7 años en el Instituto pero no echa de menos la libertad. Cuando ingresó en 2012, aún le faltaba terminar el último año escolar, que cursó dentro del establecimiento. Paralelamente, trabajó en el laboratorio de xerigrafía, en el procesamiento de porcelana fría y en sastrería, y cursó el curso de diseño gráfico y también de cocina. Ahora es el encargado del laboratorio y nos muestra el proceso y los colores que utiliza para reproducir los diseños sobre tela.

Néstor, de 22 años, es el jefe del taller de sastrería, porque en Brasil, donde estuvo algunos años, aprendió a coser; lleva 3 años en el instituto y está esperando terminar el último. Es de Paraguay, donde reside su familia, pero en La Paz cuenta con el apoyo de su esposa y su familia, quienes esperan el día en que salga.

Marco, 22 años, natural de La Paz, lleva 2 años a cargo de la Biblioteca y el Espacio Cultural, donde se interesa principalmente por la robótica y la electrónica. Está en el instituto desde 2016 y, mientras asistía a los laboratorios de agricultura y xerigafia, y cuando tenía oportunidad se escapaba a la biblioteca y consultaba principalmente libros de derecho y medicina. En un año podrá salir por buena conducta y espera poder participar en proyectos pospenitenciarios. También participó en la producción de un disco también comercializado externamente, titulado «Sonado libero». De hecho, también hay un estudio de grabación en el recinto. Otros chicos que son expertos en gráficos para la portada también participaron en la realización del álbum.